miércoles, 16 de noviembre de 2022

Los muertos claman / Fernando López-Mirones *

El exceso de mortalidad no explicada en España es hasta ahora de 33. 600 personas. Estas personas murieron y seguirán muriendo por haberse “vacunado”, es plausible, y cumple todas las premisas lógicas de la epidemiología.


Es lo que muchos habíamos pronosticado, está ocurriendo, pero lo que es un escándalo descomunal es que hasta los familiares de los fallecidos estén callados.


Si en un banquete todos los que comieron mayonesa enferman y los que no la comieron están bien, nadie dudaría de que es la causante; esto es exactamente el mismo caso. La actitud de los médicos, de la enfermería, de las autoridades, de los periodistas y de los famosetes que instigaron a la gente a inocularse es miserable.


Estamos hablando de muertos que deberían estar vivos, es muy grave.


Contrasta esta actitud con la que se tiene con otros tipos de asesinatos, que se cuentan uno a uno y se cacarean cien veces.


Estas pobres personas han muerto de la manera más humillante posible. Engañados por aquellos en los que confiaron, ocultadas sus tragedias por sus propias familias, y silenciado su crimen por miedo. Están exigiendo justicia, se están revolviendo en sus tumbas, sus espíritus están aquí ayudándonos a los que tratamos de que no se olvide esta matanza que continúa.


Los culpables están dejando pasar el tiempo para que olvidemos. Los cómplices por acción u omisión, los miles de sanitarios que aseguraron que era seguro algo que desconocían, tratan de seguir con sus vidas acallando sus conciencias, pero sigue muriendo gente inocente.


Quieren que dejemos de hablar de ello, los vacunados rezan por que no les toque, paralizados por el miedo o por el odio a los que se lo dijimos.


La tentación de olvidar sería una afrenta a las víctimas.


Los mismos que buscan fosas de la Guerra Civil no quieren ver estas que tienen delante. Los que hablan de genocidios lejanos en el espacio y en el tiempo haciéndose los indignados solidarios se niegan a pensar en su propia madre.


Estos sentimientos siniestros ya recorren nuestra sociedad como una tormenta de polvo, pero lo peor es que el genocidio continúa delante de nuestras narices.


¿Para cuándo los sanitarios exigirán objeción de conciencia? Negarse a inocular a inocentes.
 

Las víctimas no están en paz, sus almas exigen que salgamos de la comodidad y hagamos algo. La Humanidad está corrompida no tanto por los malos como por los mansos y los egoístas que no quieren mover un dedo por algo tan vil, pero ponen la banderita de Ucrania en sus perfiles.


Y siguen muriendo en el Reino 170 personas al día de media, mas los miles que están enfermos, ciegos, psicóticos, con cánceres y sufriendo.


Si no hacemos nada los globalitarios seguirán oprimiendo al pueblo, esto no va a cesar si no lo paramos la gente.


Se ha instaurado el mal en Europa y desde aquí pretende expandirse sobre la Rosa de los Vientos hasta el último rincón.


Los biólogos colaboracionistas del nuevo cuento del Clima triunfan, ven cumplidos sus sueños de ambición y dinero. Nunca se sintieron tan importantes, primero virus y ahora medio ambiente, están de moda.


Ya toda muerte es climática, pero es verdad si pensamos que el clima es de negación de la realidad. Sigue la masacre de vacunados, y todo lo que alcanzamos a hacer es mirar para otro lado. 

Nos están envenenando el agua, los cielos, los alimentos, el espíritu en un mundo egoísta en el que las familias sólo calculan si podrán resistir, y los que pueden, solo quieren no meterse en líos; pero cuando venzamos, no les quepa duda de que dirán “yo lo sabía desde el principio”. 

 

(*) Biólogo, zoólogo y profesor universitario

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