BARCELONA.- Sandra nació y se crió en La Moraleja (Alcobendas, Madrid), en la misma
casa que hoy es su hogar. El martes, sin embargo, se convertirá
formalmente en una sintecho. De crecer rodeada de servicio doméstico en
la tradicionalmente urbanización más exclusiva de Madrid a no poder
pagar la luz, según revela hoy La Vanguardia.
El cambio ocurrió cuando su padre, José Carlos Fernández de Villacencio y Eleta,
VI marqués de Larios, dejó el domicilio familiar para casarse con otra
mujer. Desde entonces, ella y su madre han luchado solas por abrirse un
camino cuya meta, imprevisible hace 30 años, culmina amargamente el
próximo 10 de abril.
“Me desahucian por un procedimiento del que yo no he sido parte. Durante
cuatro años ha pleiteado contra mi madre pero de repente, la ejecución
va también a mi nombre. Y eso no es normal. Quienes vivimos en la casa
somos mi hijo y yo; soy madre soltera y mi hijo lleva mis apellidos, los
de su abuelo. Este es un caso de indefensión total. Ahora me voy a
la Fiscalía de Menores para ver si pueden ayudarme, ya que un menor se
quedará en la calle el próximo martes sin que haya mediado un fiscal que
vele por él. Ayer estuve en los juzgados de Plaza Castilla y me
dijeron que no se puede echar de casa a un menor en mitad del curso
escolar, según el Tribunal Supremo. ¡Pero también se han saltado esto!
Yo solo pido que me permitan que el niño pueda terminar el curso”,
explica entre perpleja e indignada Sandra Fernández de Villacencio Frommer.
Su situación es desesperada. “Me estoy empezando a defender ahora, con
un abogado de oficio, pero me temo que ya es demasiado tarde. Aunque
tengo derechos, ya no me da tiempo de paralizar el desahucio del día 10.
Aunque he trabajado desde los 16 años, actualmente estoy en paro y me
quedo en la calle. No tengo a quién acudir. Intentaré que los servicios
sociales me ayuden con una habitación porque no tengo adónde ir. Lo que
me costará a mí una habitación al mes es lo que se gasta él comiendo un
día en el Ten con Ten”, se lamenta Sandra.
La hija del marqués afirma
que el abandono fue total, “no solo en lo económico sino también como
hija. Mi madre tuvo que sacarme adelante ella sola, que viene de una
familia normal, no millonaria como la de mi padre. Del día a la
mañana me quedé sin padre y con una madre ausente, pues viajaba por
trabajo. De tener ocho empleados en casa y una vida perfecta, nos
encontramos con no poder pagar la luz, el agua y el gas”.
Su relato vital la lleva a remontarse a la infancia. Sandra recuerda cómo su abuelo –que fue marqués de Vallecerrato–
le hizo ver siendo una niña cuál sería el sino que marcaría su edad
adulta. Entonces no supo entenderlo. Hoy no le cabe duda. Antisemitismo.
“Mis padres se casaron en el hotel Villamagna y aunque era propiedad de
mi abuelo, él no acudió a la boda porque mi madre era judía; mis
abuelos maternos eran judíos de origen checo. Y no tuvo relación conmigo
por serlo yo [una persona es judía si nace de madre judía].”
Su abuelo no era el único: “Creo que la segunda vez que lo vi en mi
vida fue tras el divorcio, teniendo yo seis años, que pasé unos días de
vacaciones con mi padre y él en su casa de La Zagaleta, en Málaga [una
de las urbanizaciones más exclusivas de Europa]. Mi abuela, Aurora,
había fallecido recientemente a causa de un tumor y siempre me quiso
mucho. También a mi madre y a mis abuelos maternos.
Pero su segunda
esposa, una señora alemana, me dijo lo siguiente: “Los judíos se están
extinguiendo, tienes que convertirte al catolicismo”.
Mi padre se
casó con una mujer muy religiosa, de rezar todos los días. Él, que nunca
fue de ir a misa, comenzó a insistirme también en que tenía que
convertirme. Crecí con “No te doy esto si no te conviertes”, como un
chantaje continuo toda la vida. Desde los seis años”. Sandra ha
recurrido a la comunidad judía de Madrid para pedir asesoramiento al
respecto. “Quien heredará sus títulos es una judía y de mí, pasarán a un
judío y eso… Ellos no pueden soportarlo”.
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